El duelo hace referencia al dolor que producen las pérdidas por muerte, separación y otros cambios vitales. Duele el corazón, duele el cuerpo, duele el día a día, duele el alma…
Es el proceso que vives desde que conoces la pérdida (o incluso antes, desde que empiezas a tomar conciencia de la futura pérdida), hasta que eres capaz de aceptarla, integrarla y seguir con tu vida.
El camino puede ser duro y en ocasiones se vive como si no fuera a terminar nunca. Es como si entraras en un túnel, hay un momento en que miras hacia atrás y aun puedes ver la vida como era antes, pero no puedes volver a ella. En cambio, delante de ti está todo negro, cada vez más y más oscuro.
Si sigues andando, a tu ritmo, acabarás por ver la luz al fondo, pequeña al principio, apenas destellos, y un poquito más grande a medida que avanzas. Ese camino desde que entras hasta que sales del túnel y la transformación personal que supone, es el duelo.
Los duelos más visibles son los duelos por muerte de un ser querido o por separación de pareja, sin embargo experimentamos muchos más duelos a lo largo de nuestra vida que también nos producen dolor y también nos lleva su tiempo elaborar, seamos más o menos conscientes de los mismos. Enumero unos cuantos:
- La pérdida de la salud cuando nos diagnostican una enfermedad grave o una lesión complicada
- La pérdida del país o el lugar de origen en las personas migrantes (duelo migratorio) con todo lo que eso conlleva de pérdida de cultura, vecinos, amigos, familia, identidad, sabores, olores, tradiciones…
- La pérdida de un grupo de pertenencia: grupo de amigos del colegio o la juventud, equipo de deporte que se disuelve, compañeros de juegos que dejan de conectarse o de ir al bar a echar la partida…
- La pérdida de nuestra identidad como trabajador/a al jubilarnos o dejar de trabajar por un motivo de fuerza mayor
- La pérdida de nuestro rol de madre y padre cuando se van los hijos de casa y el vacío que dejan en ella
Para que sea más fácil la redacción me voy a referir principalmente al duelo por muerte pero puedes hacer la adaptación a tu caso particular.
FASES Y EMOCIONES COMUNES EN TODOS LOS DUELOS
Negación, rabia, culpa y negociación, miedo, tristeza, aceptación, integración
? Negación: Es una reacción automática y universal, nuestro primer impulso: «no», «no puede ser», «no es verdad». A veces es completa y absoluta negación, piensas que es mentira, que no está pasando, esperas que se resuelva el malentendido o la broma de mal gusto. Otras veces es una sensación de irrealidad, es decir, con la cabeza sabes y entiendes lo que ha pasado pero tienes la sensación de que no es real, de que vas a despertar o de que las cosas van a volver a ser como antes. La negación tiene una función fundamental y es que te da una tregua, te da tiempo a prepararte para empezar a afrontar.
? Rabia: puede aparecer en cualquier momento, a los pocos minutos, a los días, a los meses o incluso al cabo de los años (si no has elaborado el duelo en su momento) y estar dirigida a ti mismo/a, a la persona perdida, al mundo, a Dios o al universo, al sistema sanitario, al político de turno, a la gente que sigue con su vida como si nada… resumiendo: puede aparecer en cualquier momento y estar dirigida a cualquier situación persona o cosa del pasado, presente y futuro. La rabia también tiene su función, te ayuda a “vomitar” lo que sientes, a expresar la magnitud de la pérdida en tu vida. Además la rabia es una emoción que energetiza, que te da impulso, fuerza y te ayuda a movilizarte, a no quedarte estancado/a.
También aparecerá la envidia y es absolutamente comprensible y humano, no te culpes por ello ni te sientas peor de lo que ya te sientes cómo no vas a tener envidia si tu vida ha sufrido una sacudida y la de otros no? Como decía mi amiga al separarse de su marido: odio a las parejas felices. Normal.
? Culpa: La culpa no tiene aparentemente una función adaptativa, pero aparece en la mayoría de los duelos en todas las culturas. Puedes sentir culpa por haber y no haber hecho, por lo que dijiste o dejaste de decir, por seguir vivo/a, por estar sano/a, por sentir alivio, por no sentir lo que deberías o sentir demasiado… no importa, siempre encontramos algo. También puedes culpar a los demás (a los médicos, a otros familiares, amigos/as, profesionales, etc.).
Es muy probable que te sientas culpable cuando empieces a mejorar, si te encuentras riendo, si te encuentras pasándotelo bien, congeniando con otras personas, alegre, feliz, ilusionado/a o pensando en otras cosas que no sean tu pérdida y tu dolor, es muy probable que aparezca la culpa y te haga retroceder un par de casillas. Es normal, volverás a avanzarlas.
? Fase de negociación: es aquella en la que imaginas escenarios paralelos “qué habría pasado si hubiéramos hecho…” “Y si esa mañana en lugar de…” “Si no hubiéramos discutido a lo mejor…” “si hubiéramos ido antes al médico…”. Como su nombre indica, tratas de negociar con la realidad en un intento de cambiar el resultado de lo ocurrido, aunque sea en tu mente, porque aun no estás preparado/a para afrontarla. En el caso de una muerte inminente, esta fase se da en forma de promesas, cambios de comportamiento, peregrinaciones a lugares santos, etc. «si mi padre se recupera hago el Camino de Santiago entero».
Te da una falsa ilusión de control, como si pudieras impedir que la muerte ocurra, el equivalente a la fantasía infantil de “si encesto el papel en la papelera, apruebo” (salvando las diferencias). La fase de negociación es, por tanto, una versión más sutil de la negación, por un lado vas avanzando y por otro sigues sin aceptar. Es un sí pero no.
? Miedo: a una nueva pérdida, a no saber vivir sin la persona, a no querer vivir, a no volver a ser feliz, a no ser capaz de gestionar todo lo que se te viene encima, a no poder cuidar de tus hijos, a que tu madre o padre no sean capaces de tirar para adelante, a problemas económicos o con las herencias o deudas… los cambios y las pérdidas generan miedo, inseguridad. Esto es así. También es normal, no te asustes, acepta esa inseguridad como algo natural, háblalo. Pide ayuda con lo que se te haga demasiado grande y verás que con el tiempo vuelve la entereza.
? Tristeza: La tristeza te conecta con la pérdida de una manera mucho más íntima y la ausencia se hace más consciente. Te invita al recogimiento, a bajar el ritmo, a frenar completamente si hace falta. Cuando es muy intensa te cuesta levantarte de la cama, te cambia el apetito, el cuerpo está pesado y no puedes concentrarte. También te cuesta distraerte, la tristeza te dice “No me huyas, te ha pasado algo gordo, te ha pasado a ti y te cambia la vida» o «no me importa lo que hablan los amigos en el bar, no me importan las series, no me importa el trabajo, esto es lo importante, dedícame atención».
Puede llegar a ser desbordante, abarcarlo todo. Puedes tener la sensación de que va a ser infinita, de que ha venido para quedarse, que es imposible que se vaya. Pero no va a ser siempre así, bajará de intensidad y con el tiempo llegará a ser manejable. Y también tiene una función fundamental, te ayuda a elaborar, a digerir la pérdida, te ayuda a pasar a la siguiente fase: la aceptación.
?♀️ Aceptación: Poder recordar a la persona perdida con una tristeza llevadera (y a veces sin ella también) y poder darte cuenta de los cambios que han tenido lugar en tu vida. No se trata de intentar vivir como lo hacías antes de la pérdida, sino de aprender a vivir con la pérdida y con la transformación que te ha supuesto. La aceptación es una fase activa en la que llevas a cabo acciones concretas enfocadas a reconstruirte, reorganizarte, reengancharte a la vida.
❤️ Integración. Sería un pasito más allá de la aceptación. Cuando ya has aprendido a vivir con la ausencia y te reconoces en tu nuevo tú. En esta fase te das cuenta de lo que has crecido, de lo que has desarrollado superando la pérdida. Te das cuenta de una manera diferente o más amplia de ver el mundo. Y puedes recordar (con una emoción sostenible) y llevar contigo a la persona perdida desde esta nueva perspectiva.
Paola Martínez de Kobbe
Licenciada en Psicología
Clínica Córpore (www.corporeibiza.com)